KoriEllis
09-14-2004, 05:55 AM
En el podio de los ídolos
www.lanacion.com.ar/Edici..._id=636210 (http://www.lanacion.com.ar/EdicionImpresa/deportiva/nota.asp?nota_id=636210)
Emanuel Ginóbili quedó indiscutiblemente instalado entre los mejores deportistas argentinos de la historia. En un repaso del momento que le toca vivir, el flamante campeón olímpico dijo: "No me siento perjudicado por la popularidad que me rodea, pero me obligó a tomar algunos recaudos"
No habla desde el trono que sus logros y el público le construyeron tras su brillante y dorada actuación en los Juegos Olímpicos de Atenas. Tampoco se encierra para pontificar sus verdades en esa merecida galería de los máximos ídolos del deporte argentino en la que ingresó.
Emanuel Ginóbili se expresa con atrapante naturalidad, sin esconder pasiones o sonrisas. Sin temores, con autoridad. Lo hace distendido, con deferencia y sin perder su tono amable. Siempre lo hizo así, con los hinchas para firmarles autógrafos, con los niños en una clínica de basquetbol y también ayer, durante su visita a LA NACION, donde firmó el nuevo contrato como columnista exclusivo por un año más.
"Por supuesto que me halaga que la gente y ustedes me ubiquen entre los mejores deportistas argentinos de la historia. El sólo hecho de que me consideren con posibilidades de estar entre ellos significa un gran orgullo. Pero no soy yo quien tiene que compararse o avalar la elección. Además, es muy difícil hacerlo entre deportistas individuales y de conjunto como el caso de Diego Maradona y el mío. Incluso, yo no viví lo que fue la fiebre por Fangio o por Vilas, sólo recuerdo la de Maradona", relata el bahiense, de 27 años, sin olvidarse del entorno, del equipo y de sus compañeros.
"Con esta camada de jugadores de la selección es más simple lucirse", agregó.
Después del subtítulo en el Mundial 2002 de Indianápolis y el anillo de campeón de la NBA con San Antonio, la figura de Manu creció hasta límites insospechados tras coronarse campeón olímpico y ser elegido el mejor basquetbolista de los Juegos. Los principales medios gráficos y audiovisuales del mundo redimensionaron su condición de estrella y lo transformaron en otro referente inevitable de nuestro país. Sin embargo, él parece al margen de tanta repercusión, aunque acepta que lo obliga a tomar ciertos recaudos.
"No me siento perjudicado por toda la popularidad que me rodea, pero me obligó a tomar algunos cuidados. En San Antonio salgo poco, aunque igual la gente es muy educada y si te pide un autógrafo lo hace con mucho respeto. Acá, cuando vengo a Bahía Blanca, no puedo ir a comer a restaurantes o andar por la calle, pero mucho no me preocupa porque nunca fui de salir. Si lo hacía era por seguir a mis amigos. Siempre preferí comer un asado o estar con ellos en una casa que andar por allí."
Lo que sí le preocupa aún es la seguridad familiar. "Ni bien supe del riesgo que podía correr mi familia se me vino el mundo abajo. Tuve dos o tres días tremendos. Hacía ocho meses que venía hablando con gente y pidiendo que no se le diera trascendencia a los números del contrato, pero fue imposible. L as cifras aparecieron en títulos de los diarios, faltaba que le pusieran luces. En los Estados Unidos no pasa nada con esto. Dicen ¡mirá, ese tipo gana 52 millones de dólares! Acá, en cambio, dicen ¡mirá qué h... de p...! No me quedó otra que ocuparme del tema y tomar recaudos, porque a mis viejos no los puedo llevar conmigo después de vivir 60 años en Bahía Blanca. Ni pienso cambiarlos de casa tampoco."
Desde hoy y por algunos días, hasta que lo llamen desde San Antonio, Manu intentará alejarse de la exposición mediática, descansar en Bahía Blanca y recargar las pilas con el afecto familiar para regresar a la NBA por otro anillo "y cumplir el objetivo de seguir mejorando". Una frase conmovedoramente reiterativa del nuevo gran ídolo del deporte nacional.
Por M. Romano y J. Trenado
De la Redacción de LA NACION
http://www.lanacion.com.ar/anexos/imagen/04/318893.JPG
http://www.lanacion.com.ar/anexos/imagen/04/318949.JPG
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Emanuel Ginóbili quedó indiscutiblemente instalado entre los mejores deportistas argentinos de la historia. En un repaso del momento que le toca vivir, el flamante campeón olímpico dijo: "No me siento perjudicado por la popularidad que me rodea, pero me obligó a tomar algunos recaudos"
No habla desde el trono que sus logros y el público le construyeron tras su brillante y dorada actuación en los Juegos Olímpicos de Atenas. Tampoco se encierra para pontificar sus verdades en esa merecida galería de los máximos ídolos del deporte argentino en la que ingresó.
Emanuel Ginóbili se expresa con atrapante naturalidad, sin esconder pasiones o sonrisas. Sin temores, con autoridad. Lo hace distendido, con deferencia y sin perder su tono amable. Siempre lo hizo así, con los hinchas para firmarles autógrafos, con los niños en una clínica de basquetbol y también ayer, durante su visita a LA NACION, donde firmó el nuevo contrato como columnista exclusivo por un año más.
"Por supuesto que me halaga que la gente y ustedes me ubiquen entre los mejores deportistas argentinos de la historia. El sólo hecho de que me consideren con posibilidades de estar entre ellos significa un gran orgullo. Pero no soy yo quien tiene que compararse o avalar la elección. Además, es muy difícil hacerlo entre deportistas individuales y de conjunto como el caso de Diego Maradona y el mío. Incluso, yo no viví lo que fue la fiebre por Fangio o por Vilas, sólo recuerdo la de Maradona", relata el bahiense, de 27 años, sin olvidarse del entorno, del equipo y de sus compañeros.
"Con esta camada de jugadores de la selección es más simple lucirse", agregó.
Después del subtítulo en el Mundial 2002 de Indianápolis y el anillo de campeón de la NBA con San Antonio, la figura de Manu creció hasta límites insospechados tras coronarse campeón olímpico y ser elegido el mejor basquetbolista de los Juegos. Los principales medios gráficos y audiovisuales del mundo redimensionaron su condición de estrella y lo transformaron en otro referente inevitable de nuestro país. Sin embargo, él parece al margen de tanta repercusión, aunque acepta que lo obliga a tomar ciertos recaudos.
"No me siento perjudicado por toda la popularidad que me rodea, pero me obligó a tomar algunos cuidados. En San Antonio salgo poco, aunque igual la gente es muy educada y si te pide un autógrafo lo hace con mucho respeto. Acá, cuando vengo a Bahía Blanca, no puedo ir a comer a restaurantes o andar por la calle, pero mucho no me preocupa porque nunca fui de salir. Si lo hacía era por seguir a mis amigos. Siempre preferí comer un asado o estar con ellos en una casa que andar por allí."
Lo que sí le preocupa aún es la seguridad familiar. "Ni bien supe del riesgo que podía correr mi familia se me vino el mundo abajo. Tuve dos o tres días tremendos. Hacía ocho meses que venía hablando con gente y pidiendo que no se le diera trascendencia a los números del contrato, pero fue imposible. L as cifras aparecieron en títulos de los diarios, faltaba que le pusieran luces. En los Estados Unidos no pasa nada con esto. Dicen ¡mirá, ese tipo gana 52 millones de dólares! Acá, en cambio, dicen ¡mirá qué h... de p...! No me quedó otra que ocuparme del tema y tomar recaudos, porque a mis viejos no los puedo llevar conmigo después de vivir 60 años en Bahía Blanca. Ni pienso cambiarlos de casa tampoco."
Desde hoy y por algunos días, hasta que lo llamen desde San Antonio, Manu intentará alejarse de la exposición mediática, descansar en Bahía Blanca y recargar las pilas con el afecto familiar para regresar a la NBA por otro anillo "y cumplir el objetivo de seguir mejorando". Una frase conmovedoramente reiterativa del nuevo gran ídolo del deporte nacional.
Por M. Romano y J. Trenado
De la Redacción de LA NACION
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